Antes de iniciar el recorrido, se recomienda a los aficionados a la ornitología hacer una parada junto al Charco de la Virgen, pequeño embalsamiento de agua situado a la derecha de la carretera antes ... (más +)
Antes de iniciar el recorrido, se recomienda a los aficionados a la ornitología hacer una parada junto al Charco de la Virgen, pequeño embalsamiento de agua situado a la derecha de la carretera antes de llegar al puente y al camino de inicio de la ruta, donde puede verse zampullín chico y cormorán grande en invierno. El propio puente de Carrión es muy adecuado para observar avión roquero y todo tipo de golondrinas, así como abejarucos y ocasionalmente a la nutria. Una vez iniciado el recorrido debemos atravesar una granja y al final de sus instalaciones nos desviamos hacia la derecha siguiendo un camino que nos acerca al río Gévora. Caminaremos paralelos al río con dehesa de encinas a nuestra izquierda y vegetación típica de ribera formada por fresnos, sauces, alisos y juncos a la derecha. Constituye una zona de tránsito entre estos dos hábitats con una gran riqueza ornítica abundando especies como el rabilargo, la abubilla, el arrendajo, el mirlo, diversas currucas, el alcaudón común, la tarabilla, la perdiz roja, etc.
Cruzamos varios arroyos tributarios del río principal. En uno de ellos la fuerza del agua en época de lluvia ha creado una serie de taludes en la orilla donde se ha instalado una nutrida colonia de abejarucos, coloridas aves que excavan sus nidos en las paredes de tierra. Pasamos junto a una encina de gran porte que contrasta con la juventud del resto de ejemplares de la dehesa circundante. Poco a poco, la dehesa se va aclarando dando paso a terrenos más abiertos cubiertos de pastizal salpicados de retamas y encinas aisladas, donde la oveja es el ganado predominante. El elanio azul, pequeña rapaz de inquietantes ojos rojos, otea el paisaje en busca de ratones y topillos desde su atalaya.
Llegamos al Molino de La Herradura. Desviándonos a la derecha, entre tamujos, retamas y adelfas, llegamos al río junto a una pequeña presa y escala piscícola. Esta zona es cazadero habitual de la garza real, además pueden verse otras especies típicas de ribera como el Martín pescador, la lavandera blanca y cascadeña, el chochín, el escribano soteño, el ruiseñor común y el bastardo, el ánade real, el andarríos grande y el mosquitero común en invierno. Las aguas del Gévora en este tramo han sufrido una importante pérdida de especies piscícolas autóctonas y escasas, principalmente por la introducción de especies alóctonas muy voraces como el pez sol, el black-bass, el pez gato o la gambusia; aunque aun pueden observarse barbos, cachos y pardillas. Entre los cantos rodados de la orilla podremos encontrar conchas de una gran náyade (erróneamente llamada mejillón de agua dulce) que puede llegar a alcanzar los 15 cm. de longitud.
Volviendo al camino principal pasamos por otro molino, construido con piedra y adobe; poco después el camino gira hacia la izquierda y tras atravesar un paso canadiense se aleja del cauce principal siguiendo el cauce del arroyo Landrua que enseguida atravesaremos. Estos arroyos están sometidos a un severo estiaje secándose completamente en verano; se encuentran cubiertos por amplias zonas de junco, peruétanos, majuelos, zarzas, rosales silvestres y adelfas, especies adaptadas a estas condiciones extremas y que constituyen importantes corredores y área de refugio para la fauna del valle como tejones, zorros, turones o meloncillos. Entre las aves se encuentran muchas de las ya mencionadas y otras como la tórtola común, el cuco, el chotacabras pardo, el pico menor, el buitrón, el zarcero común, el gorrión molinero, el pico de coral y todo tipo de fringílidos.
El camino va ascendiendo por una dehesa joven en regeneración. Desde el punto más alto, tras pasar el cortijo de Masala Chavera, podremos disfrutar de una estupenda vista panorámica de todo nuestro entorno: La Sierra de La Caraba y el castillo de Alburquerque al norte y grandes extensiones de dehesa entre las que destaca una repoblación de pino piñonero al noroeste. Tras el cortijo, el camino desciende por una ladera cubierta por encinas acompañadas por plantas de olor intenso como jaras, cantueso, mirto y ruda. Durante el recorrido nos sobrevuelan diversas rapaces como el gavilán, los milanos negros y reales, el águila calzada, el busardo ratonero, la culebrera, el águila real, el alimoche, el buitre leonado e incluso, algún buitre negro, provenientes de la Sierra de San Pedro.
Con un giro del camino hacia la derecha nos acercamos a una repoblación de pinos piñoneros, y tras pasar el arroyo Monte Oscuro cubierto por adelfas y espesos zarzales, continuamos por el camino más bajo de la derecha que discurre entre los pinos y el arroyo. Acompañados por el agradable olor de los pinos y por aves como el agateador común, el trepador azul, el herrerillo capuchino, el reyezuelo listado o el pito real, llegamos de nuevo al río Gévora. La vegetación de ribera está en proceso de regeneración tras eliminar los eucaliptos existentes, favoreciendo a especies como el fresno y el sauce con objeto de recuperar el bosque de galería. Los tocones de los árboles cortados son excelentes posaderos para distintas aves. Entre la fauna destacan el martín pescador, las lavanderas, la garceta común, la garza real, el buitrón, el andarríos grande y chico, el chorlitejo chico o los galápagos leprosos.
Durante los meses fríos, en los distintos tramos de la ruta, podremos disfrutar de especies de aves invernantes como el milano real, el mosquitero común, la curruca capirotada, el avefría, la agachadiza común, la chocha perdiz, el cormorán grande, la paloma zurita, el lúgano o el camachuelo. Pasamos el Molino de Las Tres Esquinas y una cerca que no debemos olvidar cerrar tras nuestro paso pues hay ganado vacuno. Al poco tiempo comenzamos a ascender por una ladera cubierta de encinas jóvenes y denso matorral, compuesto en su mayoría por jara pringosa.
Llegados al punto más elevado del camino tendremos unas espléndidas vistas sobre el cauce del Gévora en el fondo del valle y de los Riscos de Higüela, impresionantes farallones rocosos que flanquean el paso del río y sobre los cuales una nutrida colonia de cigüeñas blancas han construido sus nidos, que a base del aporte anual de ramitas alcanzan un considerable tamaño y peso. Antes de llegar al cortijo de Paiva, descendemos hacia un arroyo, lo cruzamos y volvemos a ascender en dirección a Los Riscos. Podemos dar por finalizada la ruta a los pies de las formaciones rocosas donde es posible observar aves como el roquero solitario, la cogujada montesina, el escribano montesino o el colirrojo tizón. Los huecos y repisas que ofrece el roquedo son lugar de anidamiento de nuestra mayor rapaz nocturna, el búho real, el Gran Duque y también del cernícalo vulgar. Cabe la posibilidad de pasar al otro lado de Los Riscos siguiendo el camino y atravesando una explotación porcina hasta desembocar en la pista de Los Conejeros.
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