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La visita al casco histórico de Mogarraz, comienza, como tradicionalmente se ha hecho, por la ermita del Humilladero, sencilla construcción de piedra que alberga un Cristo barroco y ante la que se levanta la llamada Cruz de los Judíos.
También como otros pueblos de la sierra, Mogarraz se estira en torno a una calle principal, el camino que fuera de paso entre La Alberca y Miranda del Castañar. Y a los lados de esa calle, como en la espina dorsal de un pez de piedra, se abren a derecha y a izquierda las vías secundarias, pequeños ramales que mueren en las huertas aledañas, en rincones oscuros, en callejones sin salida hasta los que merece la pena llegar y detenerse, en el olor de las lumbres o el sonido de unos caños que conforman una melodía tan improvisada como interminable.
Siguiendo la calle se evidencia la llamativa solidez de unas fachadas que pueden alcanzar con firmeza hasta cuatro alturas y en las que no faltan contundentes balcones que apoyan su peso sobre ménsulas de granito. A su mitad, la fuente Cabo la Aldea se presenta estratégicamente situada allí desde 1672 para calmar la sed de las caballerías y rebaños que entraban y salían por ese camino.
En el recorrido resulta llamativa la abundancia de escaleras adosadas a la fachada principal de las casas, con más o menos escalones que, de no ser por ellos, dejarían la puerta principal de las casas a varios metros del suelo.
Como en otros lugares de la sierra, los dinteles de las puertas de las casas aparecen con abundancia de inscripciones.